¿Objetos malditos? Conoce la historia de estos artículos con muy mala suerte

El diamante Hope

El diamante Hope, también conocido como diamante azul o joya del mar, es una de las gemas más espectaculares del mundo, con un intenso color azul marino y un peso estimado en más de 45 quilates. Con el tamaño de un nogal, la piedra preciosa vale más de $250 millones de dólares. Sin embargo, son pocos quienes quisieran poseerla, pues se dice que está acompañada de una terrible maldición.

Según la leyenda, el diamante originalmente adornaba el tercer ojo de la diosa Sita en un templo de la India. De ahí, un corrupto sacerdote hindú lo robó y, como castigo, sufrió una lenta y agonizante muerte. El francés Jean-Baptiste Tavernier, primer propietario conocido del diamante, lo describió como “un beauviolet”, un hermoso violeta. Desde este momento, todas las personas involucradas de alguna menera con el diamante, no tuvieron buen destino. Sus vidas estuvieron marcadas por muertes trágicas y prematuras y ruina económica.

Algunas «víctimas» de la maldición del diamante Hope

La maldición de la tumba de Tutankamon

En noviembre de 1922, el egiptólogo y explorador Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes. A partir de ese momento empezaron a morir personas relacionadas con el descubrimiento. El caso más famoso es el de Lord Carnarvon, mecenas que financió la excavación, que murió tras ser picado por un mosquito en la mejilla. Parece ser que al afeitarse se le infectó la herida que causó el fatal deceso.

A la muerte de Carnarvon siguió la de su hermano, Aubrey Herbert, que fue testigo del descubrimiento de la momia. Tampoco se salvó el hombre que dio el último golpe al muro que blindaba la cámara donde se encontraba el sarcófago. De igual manera que tampoco se salvó de la maldición el hombre que radiografió a la momia de Tutankamón. Cuentan que al ir a hacer la autopsia, a la momia le encontraron una herida en la misma mejilla donde a Lord Carnarvon le picó el mosquito.

En resumidas cuentas, la creencia de la maldición de Tutankamón se fue haciendo cada vez más sólida, y los periódicos sensacionalistas del momento difundieron la leyenda a lo largo de la década de los años veinte, llegando así hasta nuestros días. El éxito de tal creencia se atribuye a la imaginación de Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, y escritor de gran influencia en su época.

Algunas víctimas de la supuesta «maldición de Tutankamón»

George Herbert de Carnarvon

El hombre que financió la excavación de la tumba del rey Tut fue el primero en sucumbir a la supuesta maldición. Lord Carnarvon accidentalmente abrió una picadura de mosquito mientras se afeitaba y terminó muriendo de envenenamiento de la sangre al poco tiempo. Esto ocurrió pocos meses después de que se abriera la tumba y apenas seis semanas después de que la prensa comenzara a informar sobre la «maldición de la momia», que se pensaba afligía a cualquier persona asociada con perturbar a la momia. Según la leyenda, cuando Lord Carnarvon murió, todas las luces de su casa se apagaron misteriosamente.

Sir Bruce Ingham

Howard Carter, el arqueólogo que descubrió la tumba, le regaló un pisapapeles a su amigo Ingham. El pisapapeles de manera apropiada (o tal vez de manera muy inapropiada) consistía en una mano momificada que llevaba un brazalete que supuestamente estaba inscrito con la frase «maldito sea quien mueve mi cuerpo». La casa de Ingham se quemó en el suelo no mucho después de recibir el obsequio, y cuando intentó reconstruirla, fue alcanzado por una inundación.

George Jay Gould

Gould era un rico financiero y ejecutivo ferroviario estadounidense que visitó la tumba de Tutankhamen en 1923 y cayó enfermo casi inmediatamente después. Él realmente nunca se recuperó y murió de una neumonía unos meses más tarde.

Aubrey Herbert

Se dice que el medio hermano de Lord Carnarvon sufrió la maldición simplemente por estar relacionado con él. Aubrey Herbert nació con una afección ocular degenerativa y se volvió totalmente ciego tarde en la vida. Un médico sugirió que sus dientes podridos e infectados estaban de alguna manera interfiriendo con su visión, y le sacaron cada diente de su boca en un esfuerzo por recuperar la vista. No funcionó. Sin embargo, murió de sepsis como resultado de la cirugía, solo cinco meses después de la muerte de su hermano supuestamente maldito.

Hugh Evelyn-White

Una arqueóloga británica, visitó la tumba y pudo haber ayudado a excavar el sitio. Después de ver la muerte barrer a unas dos docenas de sus compañeros excavadores en 1924, Evelyn-White se ahorcó, pero no antes de escribir, supuestamente con su propia sangre: «He sucumbido a una maldición que me obliga a desaparecer».

Aaron Ember

El egiptólogo estadounidense Aaron Ember era amigo de muchas de las personas que estuvieron presentes cuando se inauguró la tumba, incluido Lord Carnarvon. Ember murió en 1926, cuando su casa en Baltimore se quemó menos de una hora después de que él y su esposa organizaran una cena. Pudo haber salido a salvo, pero su esposa lo alentó a guardar un manuscrito en el que había estado trabajando mientras ella buscaba a su hijo. Tristemente, ellos y la criada de la familia murieron en la catástrofe. ¿El nombre del manuscrito de Ember? El Libro egipcio de los muertos.

La Silla Busby

Thomas Busby era un personaje despreciable, un alcohólico cuya actitud le había traído como una compañía, su propia sombra. Aparte de ser adicto al alcohol y de tener tan detestable actitud, se dedicaba a engañar y estafar a la gente.

A pesar de todo ello, la vida le dio un golpe de no merecida “suerte”, cuando consiguió enamorar a una muchacha, esta, se llamaba Kirby Wiske, y a pesar de que su padre se oponía a la relación, al cabo del tiempo se celebró la boda.

Una noche, cuando Thomas regresaba de su tan amada taberna, al entrar en casa descubrió a su suegro, el cual, estaba sentado sobre su silla favorita, una vieja silla de roble con un alto respaldo.

Su suegro, le comunico que pretendía llevarse a su hija, al oír eso, Busby entro en cólera y lo lanzó a la calle.

Pasados unos días, Busby no se quitaba de la cabeza la idea de que su suegro iba a arrebatarle a su mujer, así que, en un alarde de locura se dirigió a su casa y lo asesino de una manera macabra y sanguinaria. Fue detenido por la policía y sentenciado a muerte.

Su última voluntad, fue beber una noche más en la taberna sentado en su silla favorita. Su deseo le fue concedido. Cuando ya fue la hora de dirigirse a la horca, Thomas Busby se levantó y exclamo “Que la muerte atrape a todo aquel que se atreva a sentarse sobre esta silla”, minutos después, todo el pueblo observaría su cuello roto en la plaza central. A partir de ese momento, muchas desgracias han caído sobre aquellos que se han sentado sobre esta silla “maldita”.

Algunas «víctimas» de la silla Busby

Estos son los tres ejemplos de muertes relacionadas con la silla de Thomas Busby, son solo tres de las sesenta que se dice que hay. Finalmente, la silla fue donada al museo Thirsk, donde permanece en alto para que nadie, se atreva a sentarse.